viernes, 23 de diciembre de 2005

La chica de los grandes desafíos

JUDO : HIZO EL SERVICIO MILITAR EN ISRAEL, VIVIO EN UN KIBUTZ Y SE SOBREPUSO A VARIAS LESIONES

Daniela Krukower practica judo desde los seis años. En 2003 ganó el Abierto Británico, el Panamericano y el Mundial.

Los espectadores que todavía no se habían retirado a comer, aprovechando el receso, no entendían nada. Una niña de seis años se había subido al vacío tatami para pelear contra sí misma. Las tomas aprendidas de tanto ver a sus hermanos entrenar en River ahora eran suyas. "Me aplaudieron y el sensei no tuvo más remedio que dejarme entrenar. Me habían mandado a gimnasia artística y terminé fascinada con el judo...", cuenta hoy Daniela Yael Krukower.

Detrás de la judoca campeona mundial 2003 hay una historia de desafíos. El último, inusual: su perfume. "Fue una fantasía que acompañó mi carrera desde que comencé a vender perfumes. No soy modelo. Encima en el último Mundial me rompieron la ceja derecha", relata entre risas.

Cuando Daniela había encontrado en el judo una forma de vida, sus padres Isaac y Hannah armaron un proyecto en Israel. "Estuvimos un mes en un centro de adaptación para inmigrantes y nos asentamos en el kibutz Magal, a 60 kilómetros de Tel Aviv —recuerda Daniela—. Encima algunos me cargaban por el acento, así que yo les pegaba".

Ganó cinco campeonatos y a los 13 decidió retirarse. "Sentía que mis padres me habían metido en el judo y quería independizarme de esa presión —dice—. Los chicos me hacían el grito de karate y yo les explicaba: 'Yo quiero ir a bailar con vos, no a pelear'".

Como a todas, le tocó un año y ocho meses de servicio militar obligatorio. "En Israel, sabés que un soldado está para protegerte. No existe la imagen que hay en Argentina, producto de que muchas veces el Ejército se puso en contra de la gente", compara.

Retomó el judo a los 19. "Pero a mis viejos no les dije nada. Lavaba el judogi en lo de una amiga y hasta cortaba el diario local para que no se enteraran", afirma.

Como en Israel le cerraban las puertas olímpicas, se animó a mandarle el currículum a la Confederación Argentina y volvió al país después de 17 años. "Llegué con una valijita, un bolso, un pasaje abierto y 1.500 dólares", rememora. Y en 2000 estuvo en Sydney: "Desde ahí comencé a disfrutar y se me dieron los logros importantes".

Dos operaciones en la rodilla izquierda la complicaron. "No daban un peso por mí", afirma con crudeza. ¿Qué hizo? Cuando mejoró, se fue a probar con el entrenador de la selección brasileña: "Me prestaron 500 pesos y me fui a Belo Horizonte en colectivo. Fueron 50 horas...".

En 2003 ganó el Abierto Británico, el Panamericano y el Mundial. Un año después, la luxación de su codo derecho en los Juegos Olímpicos fue dolor argentino. Ahora quiere retomar su nivel. Será otro desafío para Daniela. Y van...