La voluntad se fortalece con el tiempo. No se educa con grandes actos heroicos. Se cultiva con el esfuerzo de cada día, de cada hora. Por eso, el primer medio para formar la voluntad es el trabajo constante.
La voluntad es pieza clave del edificio de la personalidad. Desde el punto de vista natural, el valor de un hombre depende, en gran parte, del grado en que logra forjar su voluntad. Sólo en ella podrá imprimir un rumbo determinado a su vida, guiando y dominando todo su ser. Dicho de otro modo, será libre en la medida en que sea dueño y señor de sí mismo, en la medida en que guíe, encauce y domine sus pasiones, sentimientos e instintos, y actúe, por encima de las circunstancias externas, de acuerdo con los criterios que le presenta la razón iluminada por la fe.